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lunes, 28 de noviembre de 2011

Argentina: Glifosato cada vez pone mas en riesgo el medio ambiente.

Los riesgos del verdadero yuyo maldito

 

Según un mapa de riesgo elaborado por la Facultad de Agronomía de la UBA y el CONICET, la aparición de malezas con resistencia a glifosato podría extenderse a una amplia superficie del país, incluso a la Zona Núcleo.

Fuente: Campolitoral

 

 

Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y el CONICET elaboraron un mapa de riesgo ante la aparición de malezas resistentes al herbicida glifosato en la Argentina, según el cual las provincias del Norte no son las únicas afectadas por este inconveniente, porque existen condiciones para que el fenómeno se extienda a otras regiones del país, incluso de la Zona Núcleo.

Según el trabajo, existen zonas donde todavía no se detectó la resistencia, pero que tienen un riesgo equivalente al NOA (como parte del sur de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos), y nada hace pensar que el evento no podría aparecer allí. Además, hay otras zonas que presentan un riesgo aún mayor a las regiones dónde ya apareció resistencia, como el centro-norte de Córdoba y el noroeste de Corrientes.

Claudio Ghersa, director del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA), dependiente de la FAUBA y el CONICET, y responsable de la elaboración del mapa, explicó que con esta iniciativa se busca advertir a los agricultores sobre la necesidad de utilizar técnicas de manejo apropiadas para reducir la aparición de resistencia espontánea al glifosato, y, ante su eventual aparición, que el problema no se traslade a otra región.

“El fenómeno de resistencia no es nuevo para la agronomía, sin embargo las prácticas agrícolas centradas en manejos muy frecuentes y únicos para grandes zonas, conlleva a generar este problema de una manera más abundante”, aseguró, y explicó que si bien el mapa se realizó en base al Sorgo de Alepo, el modelo de estimación permite analizar la situación con otras malezas.

Factores de riesgo

 

Según la investigación, el NOA tiene el mayor riesgo de adquirir resistencia a los agroquímicos, respecto de provincias ubicadas al sur, como La Pampa o Río Negro. Si bien en ambos lugares se pueden producir los mismos cultivos, como maíz y soja, las condiciones ecológicas relacionadas con el tipo de suelo y las altas temperatura favorecen la aparición de resistencias del sorgo de Alepo en el norte del país, por tratarse de una maleza tropical.

En la provincia de Buenos Aires, la situación es intermedia, con probabilidades dispares según la zona. “Desde el punto de vista ecológico, hay factores que aumentan la probabilidad de resistencia hacia el norte que hacia el sur de la provincia, no sólo por la latitud, sino también por la estructura de los campos”, apuntó Ghersa, quien elaboró el informe junto a Diego Ferraro, y con información del Sorgo de Alepo obtenida por Martin Vila Aiub, ambos investigadores del IFEVA.

Y añadió: “La extensión (no por la propiedad de la tierra, sino por la ausencia de bordes de caminos, arboledas, por ejemplo) multiplica los riesgos, respecto de otras estructuras del paisaje donde los parches cultivados se alternan con otros no cultivados o forestados. Además, las tierras del norte bonaerense se manejan con un alto uso de insumos para el control de insectos y enfermedades, que aumentan la predisposición”.

Buenas prácticas agronómicas

 

“Hay una serie de buenas prácticas agronómicas que muchas veces no se emplean cuando se trata de maximizar la economía. Si el productor siempre aplica los herbicidas de un mismo modo y en grandes superficies, las especies van aumentando su capacidad de tolerar el herbicida y toda la población puede volverse inmune”, dijo el investigador de la FAUBA y el CONICET. El problema es grave: Si el agricultor aplica el herbicida, reduce la población de malezas y aumenta el rinde. Pero una vez que ésta adquiere resistencia, se pierde la herramienta y no se puede producir más.

“La pregunta es si la aparición de malezas resistentes a productos terapéuticos, debido a la selección generada por las malas prácticas agrícolas, va a impedir que se pueda seguir usando una importante herramienta de control y manejo de malezas, como el glifosato”, alertó Ghersa.

Al respecto, informó que las buenas prácticas agrícolas de manejo de malezas implican tener controles efectivos (no paliativos) con infestaciones leves: “La estrategia es sembrar con una semilla limpia, hacer una buena estructura de cultivo para que sea competitivo con la maleza, realizar los controles para que puedan ser efectivos en términos de reducción poblacional, manejar alternativas distintas a una sola manera de aplicación del producto, o estrategias que implican rotación de cultivos o diferentes técnicas de producción”.

“Además, hay que realizar controles sanitarios entre las zonas de bajo y alto riesgo. Porque si la resistencia aparece en el norte, el transporte de las semillas por el flete o una maquinaria sucia puede trasladar el problema al sur de Buenos Aires, por ejemplo, donde el riesgo de ocurrencia espontánea es muy bajo”, finalizó.

 

 

 

Las claves del mapa

 

Según Diego Ferraro, docente de la Cátedra de Cereales de la FAUBA e investigador del IFEVA, quien también participó de la elaboración del mapa de riesgo de resistencia a glifosato, “el modelo de estimación representa una serie de procesos intermedios asociados a la ocurrencia y expansión de un evento de resistencia. Para ello incorpora variables del ambiente y del manejo agrícola, de manera tal que distintos niveles de cada una de ellas estén asociadas a la probabilidad de aparición de resistencia a Glifosato en Sorgo de Alepo”.

Ferraro detalló que los aspectos a modelar, para estimar la resistencia a glifosato, son la fecundidad de la maleza, la presión de selección sobre los individuos resistentes y la simplificación del sistema agrícola.

Para modelar estos procesos intermedios, la información que utiliza el modelo abarca la cantidad de aplicaciones de glifosato, su dosis y su importancia relativa dentro del paquete de herbicidas graminicidas, la diversidad de cultivos de la rotación junto a la proporción de cultivos que son resistentes al glifosato, el origen geográfico de la maquinaria agrícola, y las temperaturas máximas y mínimas de cada una de las estaciones del año.

 

Alertas en Red

 

Con el objetivo de difundir información y prevenir la aparición y expansión de malezas resistentes a herbicidas, un grupo de instituciones (Senasa, Universidades, Inta, regionales de Aapresid y grupos CREA, entre otros) conformaron la Red de Conocimiento en Malezas Resistentes - REM. En su sitio web (www.rem.org.ar) se publican alertas en las que se detallan qué especies se muestran resistentes, a qué principio activo y su ubicación geográfica.

En alerta amarilla actualmente hay 3 malezas: Lolium multiflorum (Raigrás anual), del que se sospecha en el sudeste y sudoeste de Buenos Aires; Raphanus sativus (Nabón), sospechoso de resistir inhibidores de la encima ALS (imidazolinonas, sulfunilureas, triazolopirimidinas) en el Sudeste de la provincia de Buenos Aires; y Digitaria insularis (Pasto amargo), resistente a glifosato en Brasil y Paraguay y hay sospechas de su resistencia en Chaco, Santiago de Estero y Tucumán.

En alerta rojo se encuentran: Echinochloa colona (Echinocloa), hallada primero en los montes frutales de Tucumán, pero ya es un problema en campos agrícolas de la zona (hay sospechas en otras regiones); Sorghum halepense (Sorgo de alepo), la maleza resistente más problemática del país y en rápida expansión, que ya genera graves daños económicos en importantes áreas productivas; y Lolium perenne (Raigras perenne), denunciado en 2008 en el sur de Buenos Aires, su característica de perennidad hace que su control sea realmente complicado.

 

 

 

 

 

Ricardo Carrera

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Europa da su lugar a la apicultura dentro del sector ganadero

 

UNION EUROPEA : El pleno de la Eurocámara aprobó un informe sobre la salud de las abejas y reclama medidas urgentes para protegerla. Desde COAG valoran positivamente el reconocimiento de la apicultura por parte de las autoridades europeas.

 

El Pleno del Parlamento Europeo aprobó esta semana un informe sobre la “Salud de las abejas melíferas y los retos del sector apícola”, que fue propuesto por el eurodiputado socialista húngaro Csaba Sándor Tabajdi, y que que insta a Bruselas a prohibir el uso de ciertos plaguicidas y reclama la puesta en marcha de campañas para concienciar sobre la gravedad el problema.

 

     Entre las peticiones solicitadas por el PE a la Comisión destacan la promoción de nuevas técnicas de gestión integrada de plaguicidas y el desarrollo de medicamentos veterinarios para los actuales agentes patógenos que afectan a las abejas, en especial contra “Varroa destructor”, la inclusión de la apicultura en la financiación de la política veterinaria europea y el control de las enfermedades de parásitos exóticos de las abejas procedentes de países terceros.

 

   Además, el PE pide a la Comisión y al Consejo que mantenga y fortalezca  los apoyos a la apicultura en la nueva Política Agraria Común (PAC) más allá de 2013, mediante mayores recursos financieros en los actuales Programas Nacionales Apícolas, ayudas en el régimen de ayudas directas del primer pilar y en las medidas agroambientales de desarrollo rural.
    
Apicultura europea


La Eurocámara estima que el sector apícola forma parte integrante de la agricultura europea proporcionando ingresos primarios o complementarios a más de 600.000 apicultores de la UE, prestando unos servicios vitales a la agricultura a través de la polinización y contribuyendo al mantenimiento de la biodiversidad. Calcula que un “84 % de las especies vegetales y un 76 % de la producción alimentaria en Europa dependen de la polinización de las abejas”.

 

    Además, la apicultura también presta un servicio importante a los ecosistemas a través de la polinización al mantener la diversidad genética de las plantas y el equilibrio ecológico, formando parte del patrimonio agrícola europeo y de las tradicionales nacionales.
 
COAG


Para el responsable del sector apícola de COAG, José Luis González, esta respuesta política del PE va a ser determinante para reconocer “a los apicultores europeos como imprescindibles guardianes del medioambiente y la biodiversidad en la UE” y también para que las administraciones asuman “que la apicultura es un sector ganadero estratégico para garantizar la polinización en los cultivos y en el medio natural”, dijo el responsable de la organización agraria.

 

Publicado el: 19 noviembre, 2011    

Fuente: Agromeat

 

 

 

Ricardo Carrera

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Guatemala certificará inocuidad de su miel

El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (Maga) implementará a partir del 2012 un plan nacional de muestreo de residuos químicos y de polen de OGM en miel de abejas (Apis mellifera L.), como parte de un sistema de control y vigilancia que asegure la inocuidad del producto en el país.

 

La disposición surgió luego de que en septiembre recién pasado aumentara la presión del sector apícola hacia el Maga, para que certifique que Guatemala está libre de organismos genéticamente modificados (OGM), tras un reciente fallo judicial en Europa que restringe la comercialización de miel con residuos de polen transgénico, a menos que esté autorizado.

A raíz de esa petición, en octubre el Maga concluyó: “No se puede dar certeza de la inexistencia de transgénicos en el país, tomando en cuenta que en México y Honduras se cultivan —los transgénicos— y que las fronteras entre estos países son altamente permeables”.

“Si bien en el país no se ha autorizado el cultivo o importación de semillas transgénicas, es posible que existan; de ahí que dentro del monitoreo para la miel en el 2012 se incluyen algunas pruebas para determinar su existencia, y sobre esa base certificar la producción”, dijo Antonio Ferraté, director de Inocuidad del Viceministerio de Sanidad Agropecuaria y Regulaciones del Maga.

Según datos del Comité Apícola de la Asociación Guatemalteca de Exportadores (Agexport), el país envía al exterior unos 120 contenedores —de 20 toneladas cada uno— de miel de abeja cada año, de los cuales, el 88% va hacia Europa (Alemania adquiere 36%, Reino Unido 19%, y el resto de Europa, 33%).

“Hasta ahora no hemos tenido problemas, y lo que vemos es la amenaza, por lo que estamos a la expectativa de lo que hacen otros países para adherirnos”, dijo Ricardo Santacruz, director de la División Agrícola de Agexport.

En esa línea, el Maga prefirió adelantarse y lo incluyó dentro del plan de muestreo que comenzará en enero del 2012, y presentará un informe de resultados en abril, un análisis específico para la detección de residuos de OGM, además de las evaluaciones para residuos químicos.

De acuerdo con la metodología, 45 muestras se obtendrán de apiarios en Sololá, Quetzaltenango y San Marcos; 30 más en Escuintla, Retalhuleu y Huehuetenango; 20 en Jutiapa, Sacatepéquez y Chimaltenango, y 10 en Petén, Alta y Baja Verapaz, El Progreso, Chiquimula, Jutiapa, Guatemala y Quiché.

Publicado el: 22 noviembre, 2011    

Fuente: Agromeat

 

 

Ricardo Carrera

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México: Transgénicos contra la apicultura

MEXICO : A los muchos impactos negativos que conllevan los transgénicos, se suma ahora el golpe contra la producción apícola nacional, porque la miel está contaminada –o podría estarlo en el futuro cercano– con polen transgénico. Es otra tragedia anunciada –como la contaminación transgénica del maíz y otros cultivos– que las autoridades mexicanas decidieron ignorar, para favorecer las ganancias de unas pocas transnacionales.

 

En esa misma línea, Juan Elvira, Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, afirmó recientemente que se podrían sembrar grandes superficies de maíz transgénico en el norte del país, sin colocar en riesgo los maíces nativos o la biodiversidad. Un aporte más al concierto de falsedades que repiten las autoridades de que los transgénicos servirían para aumentar la producción o para enfrentar el cambio climático, cuando la realidad –no los mitos y la propaganda pagada– muestran lo contrario.

El tema de la contaminación transgénica de la miel se puso de manifiesto luego de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentenciara el 6 de septiembre 2011 que la miel que contenga más de 0.9 por ciento de polen transgénico deberá ser etiquetada como producto que contiene transgénicos, o si contiene polen transgénico de variedades no autorizadas para el consumo humano (como el maíz Bt Mon810 de Monsanto ) no se podrá comercializar.

 

El caso fue presentado por un apicultor de Baviera, Alemania, cuyas colmenas se contaminaron con polen de maíz Bt Mon810 proveniente de un cultivo experimental, es decir, ni siquiera por grandes superficies, y supuestamente, en condiciones de bioseguridad.

En México, gracias a los dictámenes de la Semarnat y la Sagarpa, se han aprobado 19 siembras experimentales de maíz transgénico que contienen ese cuestionado gen Mon810, así como decenas de miles de hectáreas de otros transgénicos que amenazan la biodiversidad, el futuro de la apicultura mexicana y a las miles de familias campesinas que dependen de ella.

 

Con este trasfondo y con gran preocupación, la Organización Nacional de Apicultores (ONA) convocó el 9 de noviembre 2011 el Foro Organismos genéticamente modificados y su impacto en la apicultura, con el apoyo de la Comisión Especial de Seguimiento a las Evaluaciones del Programa Especial Concurrente para el Campo, de la Cámara de Diputados. En el evento expusieron diversos expertos en los temas de transgénicos, biodiversidad y apicultura. Monsanto fue invitada al panel pero no se presentó, solamente se le ve en foros empresariales y de altos niveles políticos, donde asisten sus aliados y los que podría comprar en el futuro. En el foro de la ONA los asistentes eran mayoritariamente apicultores campesinos –sus próximas víctimas.

 

Al igual que en el caso del maíz, más del 80 por ciento de los productos apícolas en México son campesinos que usan métodos tradicionales. La polinización que hacen las abejas es un elemento fundamental de la producción agrícola y de la biodiversidad.

Miguel A. Munguía de la sociedad cooperativa Educe de Yucatán, explicó que México es el tercer exportador de miel a nivel mundial y 40 por ciento de ésta se obtiene en la península de Yucatán, zona donde el 98 por ciento de la miel se exporta a Europa, proveyendo sustento a 25 mil familias campesinas, en las épocas de mayor necesidad, cuando baja la producción de cultivos.

 

En esa zona se han aprobado en los últimos años varias experiencias con transgénicos, en áreas cada vez mayores. Para 2011-2012, Monsanto solicitó la siembra piloto de 30 000 hectáreas  de soya transgénica en varios municipios de producción apícola campesina (piloto es un eufemismo, en realidad es comercial porque es a campo abierto y se puede vender). Esto equivale a condenar a muerte la exportación de miel desde esas áreas.

 

Además de la contaminación de miel por polen transgénico, que se aumentaría exponencialmente en el caso del maíz, los transgénicos también aumentan el uso de glifosato y otros agrotóxicos que dañan la producción apícola y la biodiversidad, además de contaminar tierra, fuentes de agua y tener impactos severos a la salud de los pobladores, especialmente de los niños.

 

En el foro se presentaron también datos científicos basados en el análisis de más de una década de producción en Estados Unidos, el mayor productor mundial de transgénicos,  que confirman que la soya transgénica produce menos que la híbrida. En el caso del maíz, la producción es similar a la de los híbridos, pero el precio de la semilla y los riesgos a la biodiversidad son mucho mayores.  Además, la producción actual de maíz en México es sobradamente suficiente para las necesidades alimentarias de la población y también gran parte de la pecuaria y otros usos. Las importaciones de maíz transgénico son solamente por la demanda de transnacionales de la industria pecuaria que operan en México, y no serían necesarias si la producción pecuaria  fuera en pequeña escala, con forrajes diversificados.

 

Se aportaron muchos más datos , pero a modo de resumen, se mostró claramente que los transgénicos no se necesitan, que no producen más, que usan más tóxicos y que colocan en riesgo el maíz en su centro de origen, la biodiversidad y ahora además, la apicultura y la miel, un importante producto de exportación del país. Por todas estas razones, los apicultores se suman a la vasta mayoría de la población que exige que se deben frenar los transgénicos en México.

 

Silvia Ribeiro*

*Investigadora del Grupo ETC

 

Publicado el: 20 noviembre, 2011    

Fuente: LaJornada

 

 

 

 

Ricardo Carrera

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viernes, 25 de noviembre de 2011

Lucía Sepúlveda Ruiz: periodismo sanador: Controversia entre apicultores chilenos y el SAG por cultivos OGMs

Lucía Sepúlveda Ruiz: periodismo sanador: Controversia entre apicultores chilenos y el SAG por cultivos OGMs

Misael Cuevas ha demandado al gobierno que adopte medidas para que el gremio de los apicultores pueda encarar la amenaza representada por los cultivos transgénicos, ante la decisión de la Corte Europea (septiembre 2011) de no aceptar miel contaminada salvo que esté etiquetada como transgénica. Explica Misael: “Ema Laval, jefa del Departamento de Políticas Agrarias de ODEPA ha respondido a las cartas que le hemos enviado pidiéndoles un pronunciamiento para saber si tendremos o no apoyo, y nos ha dicho que están estudiando el tema. Nosotros hemos replicado que nos dé una fecha en la cual haya respuesta concreta”.


Comienzan las demandas a los Gobiernos que autorizaron el cultivo de los peligrosos transgenicos

Alertan del problema de la contaminación de la miel a causa del polen derivado de maíz transgénico

 

Fuente: http://www.boletinagrario.com

 

La decisión de la UE de prohibir su comercialización ya ha provocando una fuerte caída de los precios

 

LA UNIÓ de Llauradors pone de manifiesto el importante problema generado en el sector apícola tras la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de no comercializar productos genéticamente modificados. La decisión de la UE de prohibir su comercialización ya ha provocando una fuerte caída de los precios de la miel y pone en peligro la normalidad de la próxima campaña

 

24-11-2011      La Unió Alicante

 

En el caso de la miel, se ha observado la presencia de residuos del maíz de Montsanto (MON 810), modificado genéticamente, lo que ha provocado que,siguiendo las directrices europeas, este producto apícola no sea apto para la comercialización sin previa autorización, aunque la presencia del polen en la miel sea mínima.

 

Y es que, según los ordenamientos europeos en materia de comercialización y utilización de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), el polen del maíz transgénico encontrado en la miel se considerará "como un ingrediente del producto y, como consecuencia, dicho polen está comprendido en el ámbito de aplicación del Reglamento", según explica Carlos Muñoz, responsable del sector apícola de LA UNIÓ.

Por ello, LA UNIÓ demanda al Gobierno y a la Generalitat que los apicultores españoles y valencianos, rodeados de cultivos de maíz transgénicos, tengan una razón legal para reclamar indemnizaciones por contaminación de su miel sin su consentimiento.

Ante esta situación, Muñoz asegura que "muchos apicultores alicantinos se han visto duramente golpeados económicamente, puesto que los precios han caído en picado y el mercado está totalmente parado a causa de la especulación". Y, además, "permanece la incógnita de cuál será la situación de la próxima campaña que comienza a finales de noviembre", puesto que "la extensión de trigo cultivado al aire libre se eleva hasta las 97.000 hectáreas y un 90 por ciento de la apicultura en nuestra zona es trashumante".

Con estas características, Muñoz valora que "es complicada la recuperación del sector, puesto que la contaminación es segura". "Y a todo ello tenemos que sumarle que España es el país que más miel produce y donde más apicultores profesionales hay", explica Muñoz.

Por todo ello, LA UNIÓ está organizando varias reuniones con los apicultores en todas las comarcas alicantinas para informarles sobre este grave asunto.

 

 

 

Ricardo Carrera

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Plantas silvestres como apoyo a los polinizadores en los bordes de campos agrícolas

 

Un nuevo estudio ha mostrado que fomentar el crecimiento de franjas de plantas silvestres en los bordes de los campos de cultivo es muy útil para dar sustento a las abejas y a otros polinizadores importantes.

La investigación realizada por académicos de la Universidad de Bristol, Reino Unido, ha mostrado que aumentar la cantidad de plantas silvestres en los bordes de los campos de cultivo podría ser importante para garantizar que los insectos polinizadores puedan vivir dentro de terrenos agrícolas que se enfrentan a presiones de producción cada vez mayores.

Muchos de los insectos que proporcionan servicios de polinización esenciales para especies agrícolas viven muy cerca de donde hacen su trabajo. Preservar esas franjas silvestres alrededor de los campos puede ser una parte importante de cualquier paquete de medidas para garantizar que la humanidad pueda obtener un rendimiento satisfactorio de las especies agrícolas con flores.

El equipo de Sean Rands usó una combinación de simulaciones matemáticas y datos de la campiña británica para mostrar que la estrategia de incrementar un poco el espacio existente en los bordes del campo puede dar a estas especies polinizadoras una gama más diversa de plantas silvestres de las cuales alimentarse.

 

Las especies de cultivo pueden ser una fuente suficiente de sustento para los polinizadores cuando tales plantas acaban de florecer, pero una vez que estas flores han desaparecido, los polinizadores que viven en estos campos necesitan encontrar su comida en otra parte. Fomentar el crecimiento de plantas silvestres que florezcan en momentos diferentes del año puede darles el alimento necesario a estos animales.

 

Fuente: http://noticiasdelaciencia.com

 

 

martes, 22 de noviembre de 2011

El almuerzo desnudo -

Este valioso artículo llego a mí gracias al Sr. Gerardo Martínez quien lo publico en su grupo Yahoo Apicultura Infinita: http://ar.groups.yahoo.com/group/apiculturainfinita/ el cual recomiendo.

 

 

“…material publicado en Página 12, que me parece muy interesante...

 En azul al final, hay información sobre videos y materiales, alguno de los cuales están en castellano en internet... 

Abrazo a todos.”

Gerardo

 

 

Pagina 12.

Domingo 13 de noviembre de 2011

 

El almuerzo desnudo

 

¿Por qué los pollos tienen olor a lavandina y sus huesos se parten como si nada? ¿Cuántos peces mueren por cada plato de sushi? ¿Qué hay dentro de ese impoluto vaso de leche blanca? ¿Por qué todas las hamburguesas tienen el mismo sabor? ¿Sabía que cada vez menos chanchos tienen cola de rulito? ¿Por qué se suicidaron 200 mil agricultores en India? ¿Cuál es ese ingrediente fantasma incluido en el 75 por ciento de los alimentos procesados? Los alimentos y la alimentación es probablemente el tema en el que confluyen casi todos los problemas relevantes del mundo: la corrupción, la experimentación científica, la fuerza o debilidad de los Estados ante las corporaciones, la ecología y la salud de la población mundial. Por eso, son cada vez más los libros y documentales que echan luz sobre ese oscuro entramado que hace de cada plato de comida un expediente X. Radar vio y leyó buena parte de ellos y ofrece una guía y algunas respuestas.

 

 Por Soledad Barruti

 

El 31 de octubre, Naciones Unidas ungió con el título Ser Humano 7 mil millones a Danica, una bebé filipina. El nombramiento fue por supuesto simbólico: la persona 7 mil millones podría haber nacido bastante antes en una clínica privada, en un hospital público o en una carpa improvisada en las arenas ardientes del desierto africano. En un Estado en guerra o en una democracia reciente. Puede también estar por nacer y saltar inmediatamente al olvido desde el grueso margen de error sobre el que se sostiene este mundo superpoblado. Como sea, el número al que llegó nuestra especie alarma y vuelve la atención sobre cuestiones que van del azar de un nacimiento acontecido en una determinada coyuntura política al bochorno colectivo de un sistema mundial en crisis donde el acceso a la comida y su calidad ocupan el centro de la escena. ¿Estará el ser humano 7 mil millones del lado de los 925 millones de hambrientos que hay según datos de la FAO (Organización mundial de alimentos)? ¿O crecerá hasta volverse uno de los 1500 millones de obesos que estima la ONU habrá para el 2015? ¿Tendrá la mejor de las suertes y será de los que eligen qué y cuándo comer y qué arrojar a la basura, participando del descarte anual de 1300 millones de toneladas que van al tacho, también según la FAO? Y la última: incluso si perteneciera a la franja acomodada, comiendo lo que se come en las grandes ciudades, ¿estaría a salvo?

Teniendo en cuenta que en la actualidad se producen alimentos para que coman 12 mil millones de personas, la comida no tendría que ser un tema. Y sin embargo cada día lo es más. Al margen del fenómeno “gourmet”, la problemática sobre la comida se ha ido complejizando hasta volverse un género de denuncia en sí mismo, al que se vienen dedicando desde activistas hasta periodistas, estrellas de Hollywood, políticos, documentalistas y escritores. En este sistema de producción intensiva hay material para variados intereses: especulación financiera, experimentación biológica, expulsión de pueblos enteros del campo a la pobreza, acopio global de tierras y semillas por gigantes multinacionales, polución, envenenamiento, hacinamiento y tortura de millones de animales; enormes negociados para pocos y un “consumidor” que no tiene idea de qué es lo que se lleva diariamente a la boca.

 

ESA MALDICION LLAMADA SUSHI

 

Nada es lo que era. Ni una manzana, ni un vaso de leche. Pero tal vez (quitando el complejo universo de los granos) sea el pescado el alimento que mejor ejemplifique cómo ha cambiado todo.

El salmón es un plato paradigmático: si bien sigue figurando entre los gustos más exquisitos, su consumo se extendió desaforadamente en los últimos años, impulsando la aparición de numerosos bolichones de sushi en casi todas las ciudades del mundo. Este boom ocurrió irónicamente al mismo tiempo que los pescadores locales denunciaban que volvían a la costa con sus redes vacías y los mares eran declarados ecosistemas en crisis. ¿Cómo puede ser que un recurso que escasea y se denuncia en extinción se popularice y disminuya su precio al mismo tiempo? En primer lugar, las megaempresas pescadoras aumentaron el pique doblando la apuesta. Sus barcos adquirieron el tamaño de un estadio, se equiparon con computadoras, rayos infrarrojos y comunicación satelital para detectar a sus presas. Sus bocas de red cuentan con la capacidad para meter adentro trece aviones intercontinentales. Como si con eso no bastara, también se usa cada vez más el sistema de pesca de arrastre: una especie de arado con el que barren el fondo del mar removiéndolo todo y llevándose peces de consumo, especies exóticas que no sirven de nada, delfines, tortugas, aves marinas, corales y millones de etcéteras que después, como no se pueden vender, son devueltos muertos al mar.

Los pescadores locales, sin posibilidad de competencia, se tienen que mudar a las ciudades o emplearse en las empresas que más han crecido al amparo de esta desgracia (y completan el porqué de tanto pescado): las granjas marinas. Con un desarrollo tres veces superior al de la agricultura, del 35 al 40 por ciento del pescado (y casi todo el salmón que comemos) y los crustáceos que se venden en el mundo vienen actualmente de esas granjas líquidas. Enormes jaulas de agua en medio del mar que pueden contener millones de peces que crecen prácticamente inmóviles en aguas que se pudren producto del hacinamiento. Los ojos de estos peces estallan en sangre mientras sobreviven entre parásitos y bacterias. Entre otras porquerías se los alimenta con maíz, y se les suministran antibióticos, alguicidas y tranquilizantes. Las costas que albergan estos emprendimientos se vuelven lodazales, los peces salvajes de zonas aledañas o se mudan o se mueren. Así como están las cosas, “imaginen que les sirven un plato de sushi: si ese plato contuviera todos los animales que murieron para hacerlo, el plato debería medir 1500 metros”, escribe Jonathan Safran Foer en Comer animales (Seix Barral). En este libro de reciente edición en Argentina, Safran Foer recorre el terrible camino que siguen dentro de las granjas industriales no sólo los peces sino todos los animales que van a parar a nuestro plato y cómo eso ha modificado la vida del pescador y el granjero, de las aguas y de la tierra, a la vez que empobrece la comida mientras pone en riesgo la salud del mundo entero.

Comer animales generó debates en todos los países en los que fue presentado y sirvió para volver la atención sobre la inmensa producción de libros, películas y documentales que en los últimos años se arrojaron a desentrañar cómo se producen en la actualidad los alimentos. “La industria no quiere que se sepa lo que estamos comiendo porque si lo supiéramos tal vez no querríamos seguir comiendo.” La frase aparece al comienzo del documental Food Inc. y resume el propósito detrás de cada una de estas investigaciones: correr el velo y descubrir qué hay detrás de esta industria que factura 140 mil millones de dólares al año y ocupa un tercio de la superficie del planeta.

 

EL OTRO LADO DEL PLATO

 

Para dimensionar el fenómeno de producción cultural alcanza con intentar recopilarla: en el área de los documentales hay novedades semanales (hablando por supuesto no sólo de películas sino de cortos, animaciones y documentales para Internet). Sólo acotando la elección a los que tienen extensión de película, hay decenas. De 2005 hasta hoy se pueden encontrar desde clásicas deconstrucciones de la realidad alimentaria (un recorrido bastante simple sobre cómo llegamos hasta acá y cuál será el desenlace de no producir un cambio) como la famosa Food inc. o la más reciente Fresh –sobre los sistemas alternativos de producción de alimentos–, hasta joyitas como The Future of Food que devela los peligros –de salud, de medio ambiente y hasta de independencia de los Estados nacionales– detrás de los alimentos genéticamente modificados. Otras como Dying in abundance, que muestran la desalmada especulación financiera que se hace alrededor de los granos en los mercados bursátiles. También intentos de concientización más artie como la alemana Our Daily

Bread que, sin más recursos que una cámara quieta y un micrófono, reproduce las imágenes y los sonidos de este cruel sistema moderno: sólo la imagen y el sonido de pollos recién salidos del cascarón que de a cientos son arrojados como piedras al galpón en el que seguirán creciendo o a la basura porque no nacieron con las condiciones exigidas, es escalofriante. Sólidas investigaciones periodísticas como la francesa El mundo según Monsanto (que recorre la historia de la ominosa compañía que es dueña de la mayoría de las semillas del mundo y consigue acallar a quienes osan iniciarles demandas por problemas económicos, ambientales o de salud), y la inglesa The end of the line: documental sobre la pronta extinción de la fauna marina que advierte sobre aguas sin peces libres en las próximas décadas. También Got the Facts on Milk?: un viaje por las entrañas de la industria láctea y sus siniestros métodos –como vacas con ubres veinte veces más grandes a fuerza de inyecciones de hormonas– para aumentar la producción.

Las crónicas y denuncias periodísticas, por su parte, también se suceden descubriendo para el lector interesado un sinnúmero de aberraciones cotidianas. Hay periodistas especializados en comida que dejaron de hablar de tendencias gastronómicas y se volvieron activistas presentando interesantes campañas, como Hugh Fearnley-Whittingstall de The Guardian, que promovió un petitorio para frenar el descarte de 70 millones de peces que son devueltos muertos por año al mar y que en estos días está trayendo curiosos debates en la Unión Europea (¿está bien regalarles a los pobres el pescado que “sobra”? Si se paga a los pescadores por esas especies cuya pesca innecesaria pone en peligro el ecosistema, ¿no se comenzará a alentar la pesca de animales exóticos o en extinción?). En esa línea de denuncia se mueve también Michael Pollan, escritor del New York Times (con libros como El dilema omnívoro y Food Rules: An Eater’s Manual), que ha utilizado las páginas de ese diario para escribirle directamente a Obama instándolo a modificar un sistema agrícola que sólo beneficia a las grandes corporaciones. “Hay que promover un consumo ético”, dice Pollan, quien no es vegetariano como Safran Foer, e impulsa fervorosamente la ingesta de carne siempre y cuando no provenga de granjas industriales.

Con toda la información que circula, surgen y se nutren movimientos que no son nuevos pero sí cada vez más masivos: carnívoros selectivos y consumidores de carne ética como Pollan (personas que comen sólo sabiendo cómo fue criado y muerto el animal en cuestión), vegetarianos que no comen transgénicos, veganos (que no comen nada de origen animal) y freegans (“veganos libres” o anticonsumistas, que sacan su comida únicamente de las bolsas de basura de los ricos).

Pareciera que una vez que se aborda cualquier asunto alrededor de la comida no hay espacio para la indiferencia. Pero lo más interesante del suceso no es la cantidad de voces que se levantan, sino cómo entre todas logran devolverle visibilidad a un tema tapado a medida que el mundo adoptaba este sistema agroindustrial. Productores en bancarrota por asumir los costos de la bioctecnología y pueblos enteros intoxicados con agroquímicos. Personas que consideran inmoral que el 50 por ciento de los granos que se cultivan sean utilizados para alimentar a animales (que a su vez sólo alimentan a una pequeña porción de la humanidad) y que 100 millones de toneladas anuales de granos sean usadas para crear biocombustibles (un hecho condenado por Jean Ziegler, de la ONU, como crimen de lesa humanidad). Científicos que alertan sobre el consumo de transgénicos, consumidores enfermos o parientes de víctimas directas de la comida y ambientalistas con una denuncia cada vez más atendible: el sufrimiento al que son expuestos miles de millones de animales criados bajo las condiciones más sádicas con el fin de optimizar el tiempo y maximizar las ganancias de las compañías.

 

LA COMIDA QUE MATA

 

Soja, maíz, sorgo. Los cereales han aumentado su producción en cantidades aún mayores que los animales. Son tantas las hectáreas que tienen sólo diez empresas semilleras y agroquímicas, que si sumaran sus tierras dispersas y decidieran constituirse como país, serían el más grande y poderoso. Si bien la propuesta con la que han ido avanzando a lo largo del mundo desde su aparición tuvo que ver con paliar el hambre generando cultivos invencibles ante las plagas, lo cierto es que desde la Revolución Verde en los años ’60 hasta hoy se duplicó la producción mundial y el hambre continuó su avance. Los transgénicos no sólo no tienen genes que los vuelvan más ricos en algún nutriente (como se dijo algún día que ocurriría) sino que cada día están más sospechados y relacionados con alergias, enfermedades del sistema inmunológico, nervioso y endocrino y otras patologías. Los alimentos procesados están llenos de rellenadores económicos sucedáneos de la soja como la lecitina o endulzantes como el jarabe de alta, fructosa proveniente del maíz; conocidos como “anti nutrientes”, son responsables entre otras cosas de los altos índices de obesidad y diabetes que hay en las ciudades desarrolladas.

Estos cultivos que ocupan todo también afectan la biodiversidad. De las mil variedades de papas que había en el mundo, actualmente se cultivan intensamente cuatro. De los siete mil tipos de manzanas que nutrían la imaginación del siglo XIX, quedan las cuatro o cinco que se suelen ver. El 97 por ciento de la variedad de vegetales que había al comienzo del siglo XX se extinguió. Los campesinos o pequeños productores independientes desaparecieron o se volvieron empleados de esas grandes compañías. En India, más de 200 mil deudores desesperados (¡200 mil!) que ya no tenían cómo afrontar las deudas a las que se vieron expuestos desde que las multinacionales empezaron a cobrarles por sus semillas, se suicidaron.

En la expansión verde, las vacas se trasladaron del campo a los feedlots, los cerdos de sus chiqueros a galpones de engorde intensivo y los pollos a cámaras oscuras de crecimiento acelerado. La vida de los criadores y la calidad de todos estos alimentos se han empobrecido cuantificablemente: la carne de hoy es más rica en grasas saturadas y remedios. El cambio en sus dietas y los espacios cerrados en donde se hace vivir a los animales cubiertos por sus propios excrementos volvió el terreno propicio para la aparición de virus y bacterias nuevas, o viejas pero mutadas. Es tal la cantidad de antibióticos que se les aplica para que aguanten y sobrevivan y que luego consumimos nosotros en forma de carne que las enfermedades en humanos se han vuelto cada vez más resistentes. Escherichia coli, salmonella, gripe aviar y gripe porcina son riesgos que se relacionan directamente con las granjas industriales. Y la obesidad avanza, y el cáncer avanza y los problemas cardíacos y la infertilidad y una larga lista de etcéteras. Si bien la mayor responsabilidad de este desbarajuste recae en países como Estados Unidos y China, no hay sociedad que esté exenta de sufrir las consecuencias.

¿Existe el modo de salir de esto o la fecha de vencimiento de la humanidad está escrita en letra invisible sobre cada tiquet de supermercado? Uno de los fenómenos más llamativos en la proliferación de estos documentales y libros es que, pese a todo, subyace la esperanza. Porque hay quienes ven en el colapso las semillas del cambio: un modo de leer el presente compartido también por los que en estos meses copan las plazas del mundo protestando contra este sistema tan injusto. Se trata de barajar y dar de nuevo para recuperar las pequeñas producciones locales, redistribuir el consumo globalmente, resignar un poco de confort o del gusto entre los que vivimos en sociedades desarrolladas (disminuir el consumo de carnes, por ejemplo, sería un primer paso) y alentar los nuevos movimientos que surgen en beneficio de las personas y los ecosistemas. Así como estamos hoy, en el tiempo que toma leer esta nota, siete mil personas más están entre nosotros. Si no nacieron en un país en guerra, si llegan a sortear el hambre y la pobreza, si pueden crecer hasta elegir y cuentan con una sola herramienta para seguir adelante, ésa debería ser la información para saber qué es lo que están comiendo, cuál es su origen y el proceso que atravesó antes de llegar a su plato, para no ser uno más de los tantos que sin saber juegan en cada comida a la ruleta rusa.

 

POLLOS

La verdad desplumada

Atrás quedó el sabroso y disputado paladeo de la colita de pollo crocante. El pollo es uno de los animales que más se afearon en esta loca carrera por producir carne barata en el menor tiempo. La diferencia entre estos pollos y los que cacareaban hace unos años se evidencia desde que son huevo: con una pequeña yema de un amarillo vílico y una clara acuosa, nada buena para hacer tortas, el huevo de granja industrial es famoso en las cocinas por su mala calidad. Pero hablábamos del pollo y de esos huesos que se parten con tanta facilidad que hacen del trozado un juego de niños, su insípida carne blanda al paladar tiene una textura espumosa y se combina a la perfección con ese dejo de sabor a lavandina que persiste al limón y la sal.

Entre mitos y verdades, Food Inc, The Future of Food, Fresh y Our Daily Bread dedican un rato largo a explicar la transformación de esta industria hasta la realidad de los pollos de hoy. Pero es sin dudas después de leer Comer animales cuando se comprenden las causas y efectos de un animal cuyo consumo no para de crecer, aunque cada vez son más los médicos que recomiendan que es mejor ni probarlo.

Los pollos de granja industrial son criados bajo un sistema tan cruel como peligroso para la salud humana (cada vez es más evidente que la tan temida gripe aviar surgió en estos lugares, así como recurrentes brotes de salmonella y Escherichia coli): encerrados en galpones cerrados y oscuros, los pollos permanecen quietos la mayor parte del tiempo, evitando el desgaste calórico. Los galpones más grandes pueden tener 80 mil, 90 mil, 100 mil animales que no conocerán en su vida más que un terreno tamaño baldosa rodeado de gritos en un aire irrespirable. Para que no se coman entre sí (el canibalismo está a la orden del día en estos campos de concentración modernos) se les cortan los picos. En su dieta hay maíz, soja, harina de pescado, cenizas de huesos y aceites. Con esta fórmula de crecimiento su tiempo de engorde pasó de ser de 70 días a 45 o 40.

Contrario a lo que dice el mito, este superdesarrollo es producto no de hormonas sino del rediseño biológico al que se llegó cruzando razas y especies hasta dar con este animal deforme que comemos: un animal de enorme pechuga cuyos huesos y órganos no llegan a madurar tan rápido por lo cual no pueden dar ni dos pasos seguidos sin desplomarse sobre sí mismos.

Aparte del crecimiento, otro misterio develado de los pollos en estas investigaciones es el tremendo olor a lavandina que largan: como viven contaminados por sus propias deposiciones, hay que desinfectarlos con altas dosis de cloro antes de salir a venderlos.

 

VACAS Y LACTEOS

 

Orbis et Ubre

 

 “Es triste, pero lo cierto es que todos tenemos que comer un poco de mierda cada tanto”, le dice un amigo a otro en la película Fast Food Nation. La conversación gira alrededor de las hamburguesas y su producción y sintetiza el principal problema de la cría de ganado en corrales de engorde. En los feedlots las vacas hacinadas comen entre la mierda, viven cubiertas de mierda y así llegan al matadero donde la mierda, imparable, se cuela entre su carne molida. Pero la mierda no viene sola: ese modo de vida y la dieta rica en granos suministrada a animales que deberían comer pasto y no pueden metabolizar completamente su nuevo alimento, generó el surgimiento y propagación de una cepa súper mortal de bacteria Escherichia coli mutada.

Si bien se comprobó que cambiando este sistema el riesgo de que la carne llegue contaminada se reduciría en un 80 por ciento, eso implicaría también que las empresas se resignen a una producción más acotada y que el consumidor no tenga carne en las cantidades que reclama el gusto actual.

Con la leche ocurre algo parecido. Para satisfacer la demanda maximizando los ingresos se está recurriendo a métodos al menos de dudosa salubridad. Aparte del ordeñe intensivo que generan infecciones en las ubres que demandan cada vez más antibióticos, en aquellos países donde está permitido se les suministra a las vacas hormona de crecimiento bovino: un descubrimiento by Monsanto que aumenta la producción de leche en un 20 por ciento. La aprobación de esta hormona es también una de detectives en Got the Facts on Milk y El mundo según Monsanto: coimas a funcionarios de distintos países, despidos masivos de veterinarios que se pronunciaban en contra y, finalmente, los papers secretos de la compañía que salen a la luz y hablan de crecimientos repentinos de los ovarios de las vacas, problemas reproductivos y un aumento del factor de crecimiento insulínico relacionado directamente con el cáncer de mama, próstata y colon. Además de una severa mastitis que las hace segregar pus en cantidades cuantificables en un vaso de leche.

Por último, en el documental Meat the Truth se analiza claramente cómo la superproducción de ganado presenta otro conflicto: su aporte al cambio climático (un detalle sospechosamente pasado por alto por Al Gore en Una verdad incómoda). Resulta que la bosta de vaca suelta gas metano en tan grandes cantidades que ya es el responsable del 18 por ciento del efecto invernadero, al que hay que sumar un 20 por ciento más que se genera como efecto colateral por la gran cantidad de bosques y selvas vírgenes que se talan para plantar granos con los que se les dará de comer a las vacas. Un círculo vicioso que huele cada vez peor.

La aprobación de la hormona de crecimiento bovino es también una de detectives: coimas a funcionarios de distintos países, despidos masivos de veterinarios que se pronunciaban en contra y, finalmente, los informes secretos que salen a la luz y hablan de crecimientos repentinos de los ovarios de las vacas, problemas reproductivos y un aumento del factor de crecimiento insulínico relacionado directamente con el cáncer de mama, próstata y colon. Además de una severa mastitis que las hace segregar pus en cantidades cuantificables en un vaso de leche.

 

TRANSGENICOS

El ingrediente fantasma

 

“El primer problema de los cultivos transgénicos concierne al poder y al control”, afirma Raj Patel en su célebre libro Obesos y Famélicos (editorial El Lince), y luego explica por qué si todo este asunto fuera una novela, los villanos estarían alojados en las oficinas centrales de empresas químicas como Monsanto –dueña del 80 por ciento de la biotecnología que se aplica en el mundo–. La historia de esta compañía con los alimentos comenzó en los ’60, cuando terminada la carrera bélica que tantos ceros había sumado a sus cuentas, se lanzaron a la fabricación de potentes fertilizantes que terminaran con las plagas del mundo. Esas ventas fueron muy exitosas pero incomparables al negoción que el futuro próximo les ofrecería cuando sus científicos anunciaran la llegada de las primeras semillas modificadas genéticamente para resistir el fertilizante en cuestión. Aprobado por la FDA con una celeridad nunca antes vista, los cereales pasaron a tener un gen (de una bacteria, de un hongo, de otra planta) que desde entonces los hace soportar los químicos o actuar directamente como fertilizante. Esa tecnología aplicada a las semillas se patentó, volviendo los cultivos desde su primera instancia productos con copyright, y cambiando un sistema agrícola milenario: “Si hace unos años el 75 por ciento de los 1500 millones de granjeros del mundo dependían del acopio y replante de semillas para hacer funcionar su negocio, hoy el acopio está prohibido y esas personas tienen que comprarles sus semillas a las empresas año tras año”, explica en The Future of Food. Así se logró lo que se ve muy bien reflejado en el documental Dying in abundance: en manos de emporios los cereales se volvieron comodities para jugar en la Bolsa, alcanzando precios absurdos teniendo en cuenta su superproducción y volviéndolos imposibles para el bolsillo de quien realmente los necesita para subsistir.

Viendo esas películas y la imperdible El Mundo según Monsanto, se derriba una de las primeras mentiras con las que este sistema avanzó: frenar el hambre. La otra (la biotecnología permitiría el uso de plaguicidas prácticamente inocuos) se choca de frente con quienes viven en contacto con el glifosato y muestran altísimos índices de enfermedades respiratorias crónicas, distintos tipos de cáncer, eruptivas, abortos y nacimientos con malformaciones.

Por último, está el peligro que se esconde en el consumo de transgénicos (tanto si se comen los granos como por medio de la carne de los animales alimentados con ellos, los huevos, los lácteos y todos los alimentos procesados: aproximadamente el 75 por ciento de los que existen contienen entre sus ingredientes derivados de granos transgénicos). El francés Giles Eric Seralini es una eminencia en la materia y aparece citado en cuanto libro haya sobre el asunto o dando su testimonio en casi todas las películas, al igual que el microbiólogo mexicano de la Universidad de California en Berkeley Ignacio Chapela. Ambos repiten cada vez que pueden que los transgénicos no tuvieron el tiempo de estudio que se hubiera necesitado para aprobar su consumo, pero que las consecuencias se ven a diario en los hospitales del mundo. Graves alergias, intolerancias gástricas crónicas, enfermedades nerviosas, problemas hormonales, infertilidad, entre otras patologías (sumadas a los conflictos sociopolíticos que traen aparejados) hicieron que la Unión Europea prohibiera los transgénicos en sus países y mantenga hasta hoy una rigurosa ley de etiquetado para su consumo o importación. El resto de los países, en cambio, sigue a Estados Unidos en su política de no información y expansión de este tipo de cultivos.

Para peor, la transgénesis no se practica únicamente sobre cereales. También se hacen pruebas en frutas, verduras y animales. El último adelanto de la ciencia en esta materia nos habla de un salmón al que se le incorporó el gen de un pez de aguas heladas que le provoca un apetito incesante y lo hace crecer un 25 por ciento más que el salmón salvaje.

 

CERDOS

 

Pobre Porky

 

Los chanchos que se muestran en documentales como Earthlings, Food o Fresh se parecen poco a los chanchos de las granjas que todavía resisten en la imaginación: no tienen la cola enrulada, a veces tampoco orejas y muchas otras ni siquiera dientes. Con ojos desorbitados, chillan como locos mientras muerden con las encías los barrotes o paredes de sus galpones. La cuestión, explican, es que el encierro y amuchamiento los lleva al estrés y el estrés a la agresividad y al canibalismo. Así, para evitar que se mastiquen unos a otros, aparte de agregar tranquilizantes en la dieta, sus criadores han decidido cortar el problema (colas, orejas, dientes) de raíz. Al igual que los pollos, estos animales fueron diseñados para que cumplieran con el estándar de mercado y crecieran más rápido y con más carne. Por eso, entre un 10 y un 40 por ciento de los cerdos terminan inválidos antes de llegar al matadero.

Pero el principal problema que representan para la salud es la contaminación (sin tratamiento adecuado, la mugre que sale de esas granjas pudre agua, tierra y aire por kilómetros a la redonda propagando Pfeisteria: un microorganismo más tóxico que el cianuro cuyo grado epidémico se ubica entre el sida y el ébola). Por otro lado, la propensión a las enfermedades de los cerdos es tan peligrosa como contagiosa: son las mutaciones de sus bacterias y virus las que, luego de la aparición de la famosa gripe A(H1N1), mantienen un alerta roja planetario sobre estas granjas.

 

Una guía

Earthlings y Food Inc. están en Cuevana.tv

The Future of Food, Our Daily Bread, Meat the Truth y El mundo según Monsanto se pueden ver (en inglés) en documentarywire.com

Fast Food Nation y The End of the Line se consiguen en DVD.

Dying in Abundance (Morir en la abundancia) se proyectó en el Festival Internacional de Cine Ambiental de Argentina el año pasado.

Fresh y Got the Facts on Milk? circulan por Internet, pero todavía no llegaron a la Argentina.

Comer animales

Jonathan Safran Foer

Seix Barral 384 páginas

Obesos y famélicos

Raj Patel

Marea Editorial y El Lince 366 páginas

El dilema omnívoro

Michael Pollan

Gourmandia 554 páginas

 

 

 

 

 

 

 

Ricardo Carrera

Blog: http://apiculturauruguay.blogspot.com/

 

EL VERDADERO PELIGRO DE LOS TRANSGENICOS

SI NO ACTUAMOS MORIREMOS MUCHOS EN LA RULETA GENETICA